El “Sueño Americano” de las empresas europeas no siempre pasa por facturar cientos de miles de euros. De hecho, la crisis ha convertido la sostenibilidad y la financiación en dos objetivos prioritarios a corto y medio plazo.

Por eso, hablar de salir a bolsa resulta utópico para muchos negocios. De los 20 millones de pymes listadas en el Viejo Continente, solo unas 3.000 estarían cotizando en los mercados, de acuerdo con datos comunitarios.

Sin embargo, alejándonos de la cobertura mediática embebida por el IBEX-35, en la práctica los parqués no están tan alejados de la realidad que viven las medianas empresas. Es más, el 35% de las que cotizan en la Bolsa de Madrid facturan menos de 60 millones de euros.

¿Por qué entonces las pymes descartan de primera mano la salida a bolsa? En la gran mayoría de casos se debe al desconocimiento regulatorio. Hablamos de un proceso que, más allá de cifras, requiere una serie de ajustes internos.

No es complejo pero sí requiere cierto esfuerzo. Superado, la empresa, además de obtener financiación —objetivo más consensuado—, puede obtener una gran cantidad de beneficios a medio y largo plazo.

Por todo ello, hoy en MÁSMÓVIL Negocios queremos valorar la posibilidad que tienen las pymes de salir a bolsa, y todo lo que ello supone para la viabilidad de los negocios en un momento de inestabilidad económica como este.

qué es cotizar en bolsa

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Beneficios de salir a bolsa para la pyme

Para empezar a cotizar no hay porqué tener una necesidad manifiesta de financiación. La salida a bolsa suele estar atravesada por la demanda de liquidez en periodos expansivos de las empresas, pero el proceso esconde otras muchas ventajas para la pyme.

Desde BME (Bolsa y Mercados Españoles), el operador de todos los mercados de valores y sistemas financieros de España, y un gran trampolín para llegar al MAB (Mercado Alternativo Bursátil), fijan las líneas básicas a la hora de valorar el proceso.

Una de las alternativas más eficientes es acudir a la Bolsa y ampliar capital emitiendo acciones o endeudándose con productos de renta fija”, indican. “La primera emisión se conoce como ‘mercado primario’. A partir de aquí, las acciones se pueden comprar y vender en la Bolsa, dando lugar al 'mercado secundario'".

Los inversores acuden posteriormente a la bolsa para obtener rendimientos de su capital, y adquieren estas ofertas otorgando financiación a las organizaciones en crecimiento. De ahí que la salida se identifique con la obtención de liquidez.

Eso sí, entrando en más detalle, la salida a bolsa revierte en otras ventajas estratégicas igual de interesantes.

Gasolina para el crecimiento

Los recursos provienen básicamente de la ampliación de capital cuando esta coincide con el momento de máxima necesidad. Llegar a nuevos mercados, ampliar proveedores, comprar locales, aumentar la plantilla; son muchos los motivos que pueden llevar a esta demanda.

Salir a bolsa permite a la pyme asegurar una fuente de la tan importante financiación a través de recursos propios, “imprescindible para aportar solidez, flexibilidad y reducción de riesgo financiero”.

Se trata de una posibilidad increíblemente atractiva en un contexto en el que las ayudas públicas están torpedeadas por el atasco burocrático, los tipos están en mínimos y las reticencias de las entidades son máximas.

Liquidez rápida

El mercado bursátil permite a los propietarios una rápida conversión en liquidez de sus acciones”, apunta el documento. Lo que puede ser muy beneficioso para los socios más antiguos en predisposición a abandonar el negocio.

Tanto si es un miembro de tercera generación en una empresa familiar, por ejemplo, como si es un socio minoritario disconforme, la bolsa permitirá a la pyme limar asperezas partiendo del precio objetivo que ofrece el mercado.

Y no, vender parte de las acciones en el mercado no es sinónimo de pérdida de control. “Al contrario, buen número de las empresas incorporadas al Mercado siguen estando bajo el dominio de grupos familiares, y en algunos casos la cotización ha asegurado su supervivencia”.

Valoración objetiva

La salida a bolsa es, entre otras cosas, un cambio mayúsculo de prioridades para la empresa. Su valor, antes referenciado por cuestiones tangibles y operativas, pasa a estar condicionado por su capitalización.

Es decir, por el resultado de multiplicar el precio de cada acción por el número total de acciones. “La cotización es la expresión de la libre conjunción de la oferta y la demanda, incorpora las expectativas de crecimiento y beneficios así como otras variables externas a la empresa”.

Esta cifra se convierte en una guía para el resto de los inversores y constituye un instrumento de pago de elevada liquidez abierto a operaciones financieras, “ofrece pignoración en la concesión de préstamos, remuneración a empleados, etc”.

Refuerzo de intangibles de marca

Cotizar en los mercados implica haber superado los estrictos controles de acceso que establecen los organismos reguladores. Por eso, indirectamente para la empresa puede revertir en imagen de marca.

A las pymes que están en bolsa se las suele asociar con transparencia, prestigio y solvencia, entre otras cosas. “Los inversores dispuestos a aportar fondos valorarán cada esfuerzo que se realice en la mejora de la gestión de la empresa”.

Es un círculo que se retroalimenta y que, además de hacer más competitivas a las pymes, mejora su presencia en medios de comunicación especializados, reiniciando de nuevo el ciclo de crecimiento.

La pyme frente al proceso de salida a bolsa

Es largo, tedioso pero no complicado si se muestra compromiso. Desde que una empresa toma la decisión de salir a bolsa hasta que comienza a cotizar pueden llegar a pasar hasta 6 meses.

Es un periodo en el que se suceden las documentaciones, los ajustes internos y los procesos de evaluación. De forma muy resumida, el camino se puede presentar de la siguiente manera:

  1. Decisión: la empresa llega a acuerdos sociales, realiza el Due Dilligence y diseña la operación (para ello se ha de contar con asesores financieros especializados).
  2. Solicitud: se registra el folleto en la CNMV y se presenta el documento que acredita el cumplimiento de los requisitos de admisión.
  3. Tramitación: De dos a cuatro meses después la empresa obtendrá la respuesta de la comisión, pasará por la colocación y el listing y llegará a un acuerdo para incorporar los valores.

Antes de llegar al filtro de la CNMV y del BME (encargada de incorporar el valor al sistema de negociación bursátil y de realizar la inclusión en el Depositario Central de Valores Iberclear), de lado de la empresa intervendrán una serie de actores:

  • Asesores legales: encargados de elaborar la documentación necesaria requerida por los organismos de control.
  • Coordinador global: figura asignada por la empresa para liderar el proceso y responsabilizarse de su tramitación.
  • Auditores: realizan el estudio de la empresa tras el ajuste orientado a los requisitos, y emiten la llamada “Comfort Letter” (documento con juicios de opinión sobre lo observado que se entrega a los organismos),
  • Agentes: gestiona la solicitud de suscripción de los valores, y posteriormente se encargará de tramitar otros procesos de la pyme una vez esté en bolsa.
  • Agencia de comunicación: la comunicación es uno de los puntos legales exigidos para la salida a bolsa, y en ese sentido las consultorías ofrecen el asesoramiento necesario para hacerlo en las formas y tiempos adecuados.
  • Entidades colocadoras: promueven la venta de las acciones a los inversores y se pueden comprometer ellas mismas a adquirirlas, convirtiéndose en entidades aseguradoras.

En cualquier caso es recomendable estudiar la información legal que la administración pone a disposición de forma pública, y acudir a Internet para conocer con detalle todos los documentos que se exigirán.

Requisitos para salir a bolsa

Frente a este complicado mapa de actuación puedes llegar a una misma idea: ¿cuáles son los requisitos para iniciar el proceso? Es en este punto en el que se encuentran la mayoría de las pymes, por las exigencias a nivel de capital esgrimidas.

Para empezar a cotizar hay que:

  • Ser S.A con capital totalmente desembolsado y sin restricciones de transmisibilidad”. Si aún no lo eres, antes deberás iniciar este otro trámite.
  • Representar las acciones mediante anotaciones en cuenta.
  • Tener un capital mínimo de 1.202.025 euros, sin contar con participaciones (iguales o superiores al 25%).
  • Alcanzar un valor de mercado —que no contable— mínimo de 6 millones de euros.
  • Distribuir las acciones de manera suficiente: entre al menos 100 accionistas, y que un mínimo d el 25% vayan a parar al público.

Costes de la salida a bolsa

El proceso, al margen de lo que hay que mantener de forma anticipada, no es nada barato. Intervienen tantos organismos en el mismo, que los costes se van acumulando hasta un monto final considerable.

Comisión de dirección, aseguramiento y colocación: lo que se llevan los intermediarios financieros y legales contratados por la empresa. Suelen oscilar entre un 2% y un 4% del efectivo colocado.

Publicidad: los gastos en esta partida dependerán del tamaño del público al que se quiera llegar. Se pueden minimizar apuntando al mínimo legal de aparecer en el BORME. “Por término medio se estiman en torno a un 0,3% de lo colocado”.

Tarifas de la CNMV: el examen de la documentación necesaria para el cumplimiento de los requisitos equivale al 0,01% del importe efectivo de la admisión, con un mínimo de 25.000 euros y un máximo de 70.000 euros.

Tarifas de admisión a Bolsa: el estudio, examen y tramitación del expediente tiene un canon fijo de 1.500 euros, se cobra un 0,011% de la capitalización de los valores a admitir por los derechos de admisión de los valores de renta variable (entre 6.000 y 500.000 euros), y se cobra el 0,05 por mil de la capitalización bursátil al cierre de sesión por renta variable.

Tarifas de Iberclear: el coste de la inclusión en este registro de valores de renta variable oscila entre los 500 y los 500.000 euros (0,40 puntos básicos sobre el valor efectivo de la inclusión). Posteriormente se cobra una cuota anual de 500 euros.

Cursos de formación para salir a bolsa

Conscientes de lo complicado que puede resultar para las pymes abordar un proceso tan largo e intrincado, algunas asociaciones y empresas se han puesto de acuerdo para ofrecer distintos cursos adaptados.

Por un lado encontramos el programa Entorno Premercado que imparte la BME, y que está pensado para aquellas empresas interesadas en el MAB (Mercado Alternativo Bursátil). Lleva en activo desde el pasado 2016 y exige una dedicación de tres años.

El curso se dirige tanto a start ups como a pymes. Lo importante es que tengan un proyecto creíble y que estén barajando la vía bursátil”, explica a Expansión Vicente Olmos, el presidente de la Bolsa Valencia y responsable directo.

Para acceder al mismo se exige un pago inicial de 1.800 euros, y posteriormente otros 300 euros trimestrales. ¿Qué se consigue a cambio? Este curso ofrece tanto lecciones formativas como obligaciones de información a las empresas.

Es decir, que para participar tendrás que presentar tus cuentas anuales y otras partidas críticas del proceso. El tramo final del currículo se compone de un calendario de eventos en el que las participantes pueden presentarse ante business angels y plataformas de crowdfunding.

Por otro lado también encontramos TechShare, el programa que ofrece Euronext para las pymes interesadas en cotizar a nivel europeo. Es íntegramente gratuito y aunque está pensado para empresas tecnológicas, tienen cabida todo tipo de negocios.

Eso sí, esta oferta es algo más particular. Se imparte desde consultoras y despachos de abogados en packs que van de las 6 a las 8 sesiones repartidas en tres o cuatro meses. Se adereza con sesiones de coaching y con el Campus Session (durante dos fines de semana).

¿Es solo empezar a cotizar?

La formación resulta vital incluso para aquellos empresarios que ya tienen algo de conocimiento y experiencia en estas lides. Y es que, salir a bolsa solo para conseguir financiación es un completo error.

La mayoría de las pymes cotizadas no aprovechan las ventajas de la Bolsa, ya que salen al mercado con el único objetivo de resolver sus problemas puntuales”, indica Pablo Gómez de Pablos, socio en GBS Finanzas.

Se suele hacer “para vender la participación de algún propietario, sin disponer de unas expectativas de crecimiento para las que necesitaran de la financiación de múltiples inversores ni de una clara política de relación con los accionistas”,

En muchos casos esta operación, orquestada como una forma de inversión y no de crecimiento, termina avocando a grandes pérdidas para accionistas que operan como individuos ahorradores.

Para evitar eso la única solución pasa por proveerse de la información necesaria. Ah, y también con disponer de un objetivo adecuado. Los expertos cifran en un 15% el crecimiento anual y unos 150 millones de euros el flee float para llamar la atención de los inversores.

Esto obliga a las pequeñas empresas a realizar ampliaciones de capital en su salida a Bolsa, y no utilizar su cotización sólo para cambiar de propietarios el mismo capital, y a liberar una parte muy importante de sus acciones, un mínimo del 40%”, recuerda AECA.

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Y tú, ¿estás interesado en alcanzar esta posibilidad?