Miedo, tristeza, nerviosismo, recelo; la pandemia no solo ha supuesto una tormenta para el mercado económico, sino que también ha insertado una auténtica revolución de prioridades en el ámbito de los recursos humanos.

Las empresas, preocupadas por mantener las operaciones y la productividad en tiempos de incertidumbre, se apoyaban en conceptos como el salario emocional o la gestión de sensibilidades para curar el mayor mal de esta crisis: el estrés.

De acuerdo con el estudio “COVID-19 Global Impact elaborado por Cigna, la pandemia ha disparado los niveles de este estado de nerviosismo nada menos que 9 puntos desde el pasado enero y 11 puntos desde el inicio de la debacle.

Hoy un 45% de los trabajadores asegura sufrir estrés laboral y hasta un 74% (un 10% más desde comienzos de año) reconoce vivir inmerso en una cultura “always on”, es decir, sin posibilidades de conciliar.

El estrés es uno de los principales factores de riesgo para la salud física y mental en el siglo XXI”, señala Ana Romero, responsable de Recursos Humanos de la consultora, en torno a un problema que el teletrabajo y otras soluciones digitales no han hecho más que agravar.

Contar con las herramientas suficientes para saber cómo manejarlo de manera efectiva es una enorme inversión en bienestar, y es algo en lo que los departamentos de Recursos Humanos podemos contribuir significativamente”.

Hoy en MÁSMÓVIL Negocios incidimos en las posibilidades que existen desde este frente, y repasamos el contexto psicoemocional en el que se encuentran los profesionales españoles.

qué es el estrés laboral

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El miedo a la tercera ola

Tras la crisis inicial y el repunte de Navidades, a principios de 2021 tanto empresas como instituciones comenzaron a temer la llegada de la tercera ola; no de contagios, sino de enfermedades mentales.

Las causas podían ser variadas —pérdida de familiares o amigos, incertidumbre económica y emocional, presión informativa, miedo de volver a la normalidad— pero todas desembocaban en la misma intensificación de los estresores.

Para las empresas la implantación del teletrabajo ha supuesto en muchos casos un arma de doble filo; por un lado ha permitido mantener en marcha los negocios, pero por otro, al mismo tiempo, ha desembocado en incapacidad de adaptación y, claro, estrés.

En la mayoría de las ocasiones no se logró el mismo rendimiento que en el desempeño presencial venían alcanzando, lo que lleva a frustración y estrés, aumento de ansiedad, apatía, desinterés por el trabajo o reducción del rendimiento laboral”, señalan desde Redacción Médica.

A esto los especialistas lo denominan tecnopresión, tecnoestrés, que puede llevar al trabajador a un cambio de actitud hacia su trabajo, apareciendo rechazo y afectando fuertemente a los trabajadores que siempre valoraron el aspecto laboral”.

Se podría pensar que hablamos de una cuestión muy específica, pero la realidad es que abarca a todo el espectro empresarial español. En muchos casos estas patologías son difíciles de ver y no se traducen directamente en pérdida de rendimiento.

Solo así se explica que, según cifras de Affor, el 67,58% de los trabajadores presenten síntomas de ansiedad. No es estrés per se, pero sí otras afecciones psicológicas relacionadas: tensión, irritabilidad, nerviosismo, insomnio, jaquecas.

Por eso a lo largo del 2020 aumentó un 4,8% el uso de ansiolíticos y antidepresivos, y por eso la Administración ya está preparando importantes modificaciones legales para tener en cuenta la dimensión emocional en las inspecciones de trabajo.

Un éxito muy caro

Todo esto nos lleva a hablar del burnout; la afección que hasta hace pocos años se estigmatizaba o solos se mencionaba para hablar del karoshi. Es decir, del fenómeno extremo que lleva a algunos trabajadores nipones a suicidarse.

Sin llegar a una hipérbole de naturaleza cultural semejante, el síndrome de burnout es una realidad latente en España, que ha venido a aflorar con intensidad durante los meses del confinamiento y la paulatina recuperación.

¿A qué nos referimos? Ya en 2019 la OMS reconoció oficialmente el burnout o desgaste profesional por su incidencia en las principales economías del mundo. Y lo definía como un “síndrome conceptualizado como resultado del estrés laboral crónico que no ha sido gestionado con éxito”.

Es una patología exclusiva del contexto laboral que el propio afectado puede autodiagnosticarse observando ciertas conductas:

  • Sentimiento de agotamiento constante.
  • Aumento del distanciamiento mental.
  • Sentimientos negativos y/o cinismo.
  • Sensación de ineficacia y falta de realización.

¿Cómo detectar el estrés desde la empresa?

Resulta sencillo de identificar si uno mismo es el que lo está padeciendo. Ahora bien, en no pocas ocasiones la empresa ignora el problema por una determinación negligente o bien por simple desconocimiento.

El indicador más claro de estrés es la productividad, aunque no el único. Un empleado hasta el momento ejemplar que empiece a cometer muchos fallos podría estar sufriendo un cuadro claro de ansiedad.

Para salir de dudas, lo más importante es siempre la comunicación: mantener una línea abierta constante y no limitarse a observar la plantilla desde una posición administradora incapaz de empatizar.

Desde Cigna señalan, igualmente, una serie de factores que los empleados están valorando increíblemente bien en el contexto de la COVID, y que en caso de fallar podrían estar revelando un problema anímico en los trabajadores.

  • Compañerismo: una mala relación con el resto de empleados es sinónimo de problemas estructurales. Si el 79% de los trabajadores afirman llevarse bien con sus compañeros, y tú no lo percibes, quizás se deba al burnout.
  • Jerarquía: el desprecio y el desafío constante hacia los superiores también pueden ser un signo de malestar anímico por parte del empleado. El 67% de estos afirman aprobar con nota en dicho apartado.

Se mire hacia donde se mire, todos los factores que activan el estrés están relacionados con el clima laboral; hacia la estabilidad laboral, la conciliación y la proporción adecuada entre carga de trabajo y responsabilidades.

Es importante facilitar recursos enfocados al autocontrol emocional, fomentando la comunicación constante entre empresa y empleado para responder en todo momento a sus preocupaciones y necesidades”, aconsejan en Cigna.

Líneas básicas de la salud mental

Si te preocupa mucho el riesgo de contagio en el trabajo, encuentras problemas para conciliar o sientes que no tienes las herramientas necesarias para desarrollar tus funciones, podrías estar cargando con un gran estrés.

El Centro para la Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) también señala como estresores la incapacidad para manejar los cambios laborales, el sentimiento de culpa por no producir lo suficiente y la llegada de herramientas desconocidas o de nuevas oficinas y horarios.

Si estás enfrentándote a alguna de estas situaciones es posible que te sientas irritado, enfadado, pesimista, nervioso, ansioso o desmotivado, entre otros muchos sentimientos. Puede llegarte a afectar incluso al sueño y la concentración.

Para resolverlo empieza identificando las cosas que te causan estrés y manteniendo una comunicación clara con compañeros, superiores y representantes sindicales. “Todos deben comunicar claramente sus expectativas”.

A partir de ahí podrás tomar una serie de medidas orientadas a la protección de tu salud mental. Estas son las que propone la Mental Health Europe, aunque también caben otras adaptadas a cada caso:

  • Mantén una rutina diaria: establece límites claros entre vida laboral y personal y trata de dividir cada jornada en pequeñas actividades. “Asegúrese de tener tiempo para hacer las cosas con las que disfruta”, indica el Consejo General de Psicología.
  • No dejes de lado el ejercicio: la OMS recomienda realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada, o 75 minutos de actividad física elevada a la semana (unos 15 minutos diarios).
  • Evita el sedentarismo: introduce en tu jornada pausas breves activas a lo largo del día, camina incluso aunque no sea con un fin deportivo, levántate al menos cada 30 minutos de la silla y prueba a ejecutar trucos de meditación y respiración.
  • Limita el seguimiento de la actualidad: antes fueron los contagios y ahora es el parto, la inestabilidad económica y la ausencia de un futuro alentador. Has de tratar de desarrollar hábitos saludables (desactiva notificaciones, busca fuentes fiables, establece horarios de consulta).
  • Pasa tiempo en la naturaleza: “tan solo 20 minutos conectándose puede ayudar a reducir los niveles de la hormona del estrés”, señalan. Esto puede traducirse en un paseo por el parque después del trabajo, y en invierno decorar la casa con plantas.
  • Aprende a respirar: suena condescendiente, pero la mayoría de nosotros no sabemos hacerlo bien. La respiración controlada consiste en “ralentizar el ritmo y regular la ingesta de oxígeno para calmar los niveles de estrés”. Lo recomendable es hacerlo de 3 a 5 veces al día.
  • Socializa de forma sana: discute y acuerda los objetivos de productividad de antemano, sé claro con los horarios de trabajo, no olvides reconocer la labor de los compañeros y mantén una comunicación regular con el equipo.
  • Concilia correctamente: marca límites claros frente al teletrabajo, el aumento de la carga de trabajo o los proyectos coyunturales. “Establece horarios fijos para el final de la jornada, silencia notificaciones de trabajo, guarda recordatorios y desconecta de la oficina al salir”.

Si nada de todo esto funciona y sigues padeciendo estrés, acude a un profesional para que te ayude. Este puede ser tanto privado como ofrecido por la empresa dentro de las condiciones laborales.

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Y tú, ¿ya estás aplicando políticas para combatir este enemigo de la productividad?