Con más recursos, un mayor peso en el impacto medioambiental y una notable influencia prescriptiva sobre determinadas conductas sociales, las empresas se erigen piezas clave del reciclaje sostenible.

No solo hablamos de las multinacionales, responsables de grandes cadenas de distribución, sino también —y especialmente— de las miles de pymes que conforman más del 98% del tejido empresarial español.

Estas, tal y como señala Cepyme en orden del cumplimiento de los ODS, “pueden impulsar la reutilización y el reciclaje de materiales como papel, plásticos o envases a nivel interno para ahorrar recursos y también crear productos y servicios basados en materiales reutilizados y reciclados que satisfagan a los consumidores que buscan productos más sostenibles”.

Se trata de una cuestión estratégica pero también ética. El reciclaje es uno de los frentes más importantes para la lucha contra la degradación medioambiental, y estos negocios aportan un valor referencial determinante para practicarlo.

Y es que, aunque Ecoembes señalara en su último informe que el 78,8% de los envases domésticos se reciclan, la realidad es que entre un 40% y 50% de estos son rechazados en las plantas de procesado por no alinearse con los requisitos de cada material.

En Madrid, por ejemplo, “el 85% de todos los envases que se recogen lo hacen en el contenedor de todo mezclado, mientras que solo el 15% se recogen en el amarillo”, apunta a ElDiario el responsable de residuos de Greenpeace, Julio Barea.

En ese sentido, el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico señala que el 44% de los plásticos acaban en vertederos. De ahí la importancia de la labor pedagógica de las empresas.

Hoy en MÁSMÓVIL Negocios abordamos esta cuestión desde el punto de vista empresarial, para tratar de guiar a aquellas organizaciones interesadas en reducir su impacto medioambiental y definir valores sostenibles de marca.

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Mucho camino por recorrer

Lo hacen las más comprometidas, y lo siguen por inercia las competidoras. La sociedad esgrime unos valores éticos a los que intentan ajustarse las empresas. Por eso, no sorprende que frente a la crisis medioambiental esté repuntando la integración del reciclaje.

Es a lo que se está llamando “economía circular”, un nuevo modelo productivo y económico amparado en la reutilización de recursos y la negación del vertido de recursos que actualmente sugestiona competitivamente el sistema económico.

No solo tendrá beneficios ambientales asociados a la correcta gestión de los residuos, a la protección del suelo, de las aguas, del aire, o del clima, sino que proporcionará beneficios económicos y sociales”, apunta el informe "Economía Circular en Pymes en España".

De acuerdo con este estudio, el 46% de las empresas españolas conocen las ventajas de la economía circular, y ocho de cada diez ya toma medidas para reducir los residuos generados. Se percibe así el esfuerzo conjunto de los negocios.

Tras gestionar los residuos, el 56% cede o vende sus derechos para que los aprovechen otros negocios; el 60% emplea materias recicladas en sus procesos productos (especialmente papel y cartón); el 80% se compromete a reducir el consumo de recursos para ahorrar.

¿Cuál es entonces el problema? Aunque la sensibilización es clara, en materia de reciclaje los resultados siguen siendo deficientes. El 21% de las pymes sigue sin recurrir a diseños ecológicos, el 16,2% no elimina los plásticos de un solo uso, y hasta un 88% ignora la reutilización del agua.

Todo ello conduce a que España posicione como duodécimo en el ranking europeo de gestión de residuos, con una tasa de circularidad del 10,2%. La hostelería lidera el frente del recorte en el consumo de plásticos, y la construcción el del reciclaje de materiales, pero aún queda mucho por hacer.

Un contexto legal favorable para reciclar

Reciclar no es solo una cuestión de voluntad ética. El Gobierno, garante del Estado del Bienestar, lleva años estrechando el cerco a las principales generadoras de residuos.

Así, desde 2018 las tiendas tienen prohibido regalar las bolsas de plástico (a vender aquellas entre 15 y 50 micras), desde 2020 están vetadas las bolsas que se descomponen en microfragmentos, y a partir de este enero se fijó el monopolio de las bolsas compostables.

En España no son pocas las leyes que han de tener en cuenta las pymes a la hora de desarrollar sus actividades:

  • Ley 22/2011, de 28 de julio, de residuos y suelos contaminados.
  • Real Decreto 1481/2001, de 27 de diciembre, por el que se regula la eliminación de residuos mediante depósito en vertedero.
  • Real Decreto 180/2015, de 13 de marzo, por el que se regula el traslado de residuos en el interior del territorio del Estado

A estas se suman más de una decena de Directivas europeas referentes a la gestión de residuos por parte de las empresas. La confusión es factible y por eso desde el Ministerio se ofrece una guía técnica de clasificación de residuos.

Es un documento más enfocado a las organizaciones propiamente del sector, pero de gran interés para todos los negocios. Más global es la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados que está en plena tramitación.

El objetivo que persigue la industria del reciclaje es que la nueva Ley la sitúe al fin como la solución al enorme reto planteado por la Unión Europea en materia de residuos, tras los compromisos adquiridos por los Estados miembro, en lugar de como un problema”, señala Alicia García-Franco, directora general de FER.

Líneas rojas a corto plazo

¿En qué se traducirá para las pymes el nuevo reglamento? Esencialmente, a partir del 3 de julio de este año quedará prohibida la venta de:

  • Bastoncillos de algodón (salvo en el ámbito sanitario).
  • Cubiertos: tenedores, cuchillos, cucharas y palillos.
  • Platos.
  • Pajitas y agitadores de bebidas.
  • Palitos de sujeción de globos (salvo en usos industriales y profesionales).
  • Recipientes y vasos para alimentos: incluyendo sus tapas y tapones.

También se prohíbe la fabricación de “cualquier producto fabricado con plástico oxodegradable y el uso de cosméticos y detergentes que contengan microplásticos añadidos intencionadamente”.

Será obligatorio, por otro lado, cumplir ciertos requisitos de diseño, con especial énfasis en que las tapas y los tapones permanezcan unidos a los recipientes PET con “un 25-30% de plástico reciclado”.

También habrá que marcar una serie de productos, y seguir reglas de concienciación para informar a los consumidores "con el fin de reducir el abandono de basura dispersa”.

En cuanto al reciclaje propiamente dicho, todavía no se conocen las medidas concretas, pero sí la novedad estrella: recogidas separadas de biorresiduos, textiles, aceites de cocina usados y residuos domésticos peligrosos.

La reutilización de materiales vendrá tipificada en dos categorías: residuos que son, en realidad, un recurso para volver a fabricar el mismo producto, y subproductos (productos secundarios derivados de procesos industriales).

Para garantizar el cumplimiento, la ley endurecerá prácticas como el abandono, el littering (dispersión de basura), el vertido y la gestión de residuos peligrosos con sanciones que irán desde los 50.001 euros hasta los 2 millones de euros.

Adscribirse a la ley y a los ODS siguiendo unas prácticas sencillas

La reutilización y el reciclaje están incluidos en el quinto epígrafe de la misión número doce —Producción y Consumo Responsables— de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pautados por las Naciones Unidas.

Para ello se dibujan unos objetivos generales a seguir mediante prácticas concretas por cada sector e industria. Entre muchos otros:

  • Innovar en productos y servicios que aborden los retos medioambientales y sanitarios.
  • Desarrollar productos ecológicos.
  • Diseñar modelos de producción sostenibles.
  • Incrementar la eficiencia operativa.
  • Gestionar el impacto de las cadenas de suministro.

¿Tienes una oficina? Recicla papel y cartón, cartuchos de tinta y de tóner y equipos electrónicos. En talleres procesa plásticos, chatarra y aceites hidráulicos, y en restaurantes aluminios y desechos orgánicos. Las pymes de construcción no pueden olvidar los escombros.

Cada negocio tiene su propio margen de actuación que depende de la actividad desempeñada. Se puede abordar, o bien contratando a una persona especializada en gestión ambiental, o bien diseñando un sistema de reciclaje propio.

Es un paso que requiere poca inversión y que revierte en ahorro, intangibles competitivos, posibilidades en nuevos mercados y revalorización ética. ¿Cómo se puede dar? Basta con analizar, planificar y ejecutar.

  1. Analiza actividades e identifica residuos: crea una lista con procesos y deshechos generados, tanto directos como indirectos.
  2. Establece un mecanismo de gestión: si ya lo hay, revísalo. Si no existe, traza el viaje de cada residuo (desde su origen hasta su vertido) para explorar los puntos en los que puedes actuar.
  3. Identifica socios: estudia el mercado en busca de empresas de reciclaje cercanas al negocio y contacta con ellas para sembrar el terreno de procesado.
  4. Distribuye puntos de reciclaje: sitúa distintos puntos de reciclaje bien diferenciados por colores. Coloca carteles de advertencia y de recomendación.
  5. Forma al personal: no desde un punto de vista déspota, sino concienciador. Apuesta por un enfoque práctico que revierta en el seguimiento de los puntos de reciclaje.
  6. Establece días de recogida y registros: primero para incentivar la adhesión a las normas y segundo para materializar los avances conseguidos.

A la vanguardia del reciclaje se encuentran las empresas con CTS; puntos limpios y sistemas de recogida selectiva de residuos “con el fin de reciclar en origen todos aquellos materiales que pueden acabar abultando montañas de desechos”, señala Nabalia Energía.

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Y tú, ¿ya mantienes alguna política de reciclaje en tu empresa?