Ni los créditos ICO han logrado contrarrestar el endeudamiento inevitable de las empresas españolas durante el 2020. A término del tercer trimestre, es decir, antes de la tercera ola de la pandemia, el “debe” ya sobrepasaba máximos históricos.

El monto, divido entre créditos exteriores (309.000 millones), los propios del Estado (506.000 millones) y los valores representativos de deuda (125.000 millones), ha empujado la financiación de las organizaciones hasta los 942.405 millones de euros.

Ahora bien, no todas las deudas son iguales. Este concepto, tradicionalmente asociado a la irresponsabilidad o a la no rentabilidad económica, ofrece una cara amable de la que incluso algunos inversores y empresas se valen para prosperar.

Por ello, hoy en MÁSMÓVIL Negocios nos sumergimos en el concepto de “deuda” para diferenciar entre la inercia negativa y la positiva que genera sobre las cuentas de todas las empresas.

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¿Qué es la deuda mala?

Se suele asociar habitualmente más al consumo particular. Es decir, a la compra de bienes de gran valor por parte de consumidores que no tienen el poder adquisitivo suficiente para afrontar su gasto.

El sistema permite esto gracias a las financiaciones; una fórmula que da acceso automóviles y propiedades bajo la condición de tener que afrontar amortizaciones abultadas. Al cabo del tiempo, el comprador termina pagando mucho más por algo ya obsoleto.

Pero eso no es todo. Durante el plazo fijado, todo el activo del consumidor está atrapado; no puede ni ser dedicado a ni a otras compras ni a otras inversiones que puedan generar riqueza. Por lo que, en cómputo global, el endeudado está pagando un inmenso coste de oportunidad.

En el caso de la empresa, la deuda mala puede venir en forma de una mala previsión financiera. Esto es, creer que el negocio o el proyecto va a generar muchos más ingresos de los que en realidad puede producir.

El emprendedor deja a deber para hacerse con maquinaria, instalaciones o servicios, con la esperanza de poder devolverlo todo, y empezar a obtener beneficios netos a medio y largo plazo.

Igual que le sucede al particular, los intereses se pueden terminar volviendo en contra si el riesgo es demasiado elevado o la confianza y el optimismo exceden la realidad del mercado.

En el caso de la crisis la deuda mala aparece por cuestiones ajenas a la empresa. La facturación cae, y el activo ya no puede seguir haciendo frente al pasivo. La esperanza de saneamiento no radicaría en una mala previsión, sino en el retorno a la normalidad.

¿Y la deuda buena?

La deuda buena parte del mismo principio que la tradicional: pedir dinero prestado para adquirir algo a lo que de otra forma no podríamos acceder. Sin embargo, el enfoque que emplea es bastante diferente.

La empresa o el particular solicitan el dinero para conseguir el bien, pero también para generar riqueza. Tal y como señala Vivus, “con las deudas buenas se compran activos que nos reportan una rentabilidad”. ¿Cómo funciona?

Quien solicita el préstamo ya ha calculado previamente lo que le generará el bien y lo que le costará cada plazo de amortización. Así, si por ejemplo una hipoteca asciende a 500 euros mensuales, pero la vivienda está alquilada y genera 900 euros, se estarán ganando 400 euros.

Una empresa manufacturera puede endeudarse para adquirir una nueva máquina, pero si con ella se produce más de lo que supone cada cuota, la deuda será buena. Esta estrategia es predominante en casi todas las startups.

El emprendedor cierra una ronda de financiación en base a un proyecto que acaba de echar a andar o que ni siquiera se ha formalizado, para obtener bienes que le generarán una rentabilidad mayor a los pagos de la deuda.

Un préstamo razonable, en una circunstancia así, puede tener mucho sentido”, opina Joan Lanzagorta, coach de Finanzas Personales y CEO de Planea Tus Finanzas.

Cómo ganar invirtiendo en deuda

Invertir en deuda significa en realidad hacer de prestamista para obtener rentabilidades. Esto se puede hacer a nivel privado y a nivel público, siendo la adquisición de bonos del Tesoro la forma más conocida de hacerlo.

En la actualidad este método ha ido siendo abandonado por los inversores a medida que menguaban o incluso se tornaban negativos los intereses ofrecidos por el Estado. En 2021, para obtener rentabilidades así hay que apostar por un plazo de inversión mayor de 10 años.

El problema del largo plazo es la volatilidad. Estas emisiones “son más sensibles a la evolución de los tipos de interés”, sostiene Enrique Juan de Sentmenat, de EFPA. “Si el inversor necesita rescatar el dinero antes del vencimiento y los tipos de interés han subido puede obtener pérdidas importantes”.

Cuando se invierte a tipos negativos (-0,5% a tres meses o -0,32% a cinco años) el dinero depositado no genera ninguna rentabilidad en el momento del vencimiento. ¿Por qué lo hace la Administración? Básicamente para financiarse. Es decir, para conseguir ingresos.

Solo algunas entidades financieras invierten así como respaldo de liquidez a un Estado endeudado. Aunque el particular tiene oportunidades si apuesta por la renta fija y fondos especializados que manejen su capital.

La alternativa privada

Los inversores también pueden invertir en deuda privada: la de las empresas. En este sentido, y como recuerda Olivier Debat, especialista senior de inversión de UBP, existen dos opciones:

  • Capital privado: equivalente a comprar acciones en compañías cotizadas
  • Deuda privada: equivalente a comprar bonos.

La deuda privada es de tipo flotante es decir, de corto plazo, y sus rendimientos están vinculados a las tasas de efectivo (generalmente Libor a 3 meses)”, añade. “Así, una compañía pagará más un margen de crédito que refleje su perfil de riesgo”.

El Libor es el símil londinense del Euríbor, el tipo de interés bajo el que se prestan dinero los bancos dentro del Espacio Económico Europeo.

Con este esquema, el inversor pierde dinero cuando suben los tipos de interés, y gana cuando aumenta el Euríbor. Ahora bien, no siempre se gana, y por eso los analistas recomiendan mantener una cartera diversificada.

Las valoraciones vertidas no representan una recomendación de inversión concreta. Para maximizar los beneficios de tu capital consulta con un especialista para que te asesore conforme a tus necesidades.

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Y tú, ¿ya sabes gestionar tus deudas?