El crecimiento de los negocios digitales y el abandono del concepto tradicional de “oficina” en los últimos años han terminado de enterrar la práctica del dress code en la gran mayoría de las empresas españolas.

El código de vestimenta, una fórmula de autoridad y cohesión grupal casi tan antigua como las primeras sociedades, se ve destituida por culturas empresariales más creativas y empáticas, que apuestan por el trato emocional y la proactividad natural de los empleados.

En Estados Unidos, donde la cultura todavía protege esta práctica en determinados sectores e industrias, una encuesta del Employers Council determinó que todavía un 47% de los empleados aseguran tener dress code en su trabajo.

Sin embargo, al mismo tiempo grandes medios como el FT promulgan en contra del mismo, y compañías de referencia de la altura de Goldmand Sachs y JPMorgan cambian de rumbo apostando por el smart casual.

Hoy en MÁSMÓVIL Negocios exploramos tanto las ventajas como las desventajas de esta estrategia empresarial tan particular, y esbozamos consejos para escoger la mejor en caso de decidirse a aplicarla.

protocolo de vestimenta para oficina

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¿Qué es exactamente el dress code (código de vestimenta?

Parece una pregunta sencilla de responder, pero en realidad alberga tantos matices que la convierten en una duda de solución subjetiva. ¿Qué es el dress code?

Si lo entendemos en su definición clásica, sería la imposición de un “uniforme”, prominentemente con traje y corbata —para los hombres— capaz de conferir identidad de grupo a la plantilla, de transmitir ciertos valores, y de imponer autoridad en la oficina.

El problema aparece cuando valoramos la flexibilidad que existe a la hora de aplicarlo. Y es que al no existir un manual universal, ni leyes específicas para las empresas, el código de vestimenta se desdibuja caso a caso.

Será tal, por tanto, siempre y cuando los directivos lo instauren de forma consciente y activa, escogiendo determinadas prendas comunes para todos los trabajadores; sean más o menos formales.

Ahora bien, en más casos de los que cabría pensar, esta iniciativa —cuando se instala de forma voluntaria— es ignorada por los empleados. Así lo determinó una encuesta de The Remsen Group en 2019.

Solo un 23% de los abogados usan traje a diario en el país norteamericano. En España las cifras se asemejan, a pesar de que despachos como Deloitte Legal, Gómez-Acebo, EY Abogaods o Cuatrecasas invitan a adoptarlo.

Una cuestión generacional

Existe cierto consenso entre los expertos para creer que el declive del dress code en la empresa tiene un origen generacional. Es decir, que los jóvenes que actualmente conforman el groso creciente de la fuerza laboral mundial, desechan la práctica en sus jornadas.

Es complicado de concretar, pero los pocos estudios que hay publicados apuntan hacia esa misma dirección. De acuerdo con el informe The Work Dress Code Study, de We are testers y Dockers, solo uno de cada cuatro trabajadores millenials elegiría traje para ir a la oficina.

Para el 90% de estos empleados la simple posibilidad de elegir libremente la ropa que se ponen para ir a trabajar ya les supone una importante fuente de felicidad.

Este factor generacional se une con otros tantos culturales y socioeconómicos. En Japón, por ejemplo, importa más el componente cultural “uchi-soto” que la edad. Y así en 2019, al 44% de los trabajadores se les seguían imponiendo el traje.

Ventajas y desventajas del dress code (código de vestimenta)

Muchos de los beneficios y las contrapartidas de utilizar el código de vestimenta en la empresa son paralelismos de lo que los educadores han demostrado a lo largo de las décadas comparando el desempeño de los estudiantes en cada centro escolar.

Y no es extraño; el fin de ambas aplicaciones es el mismo. Es precisamente esa función ulterior la que implica una serie de ventajas y desventajas a tener en cuenta antes de su ejecución.

"La vestimenta es un medio importante de autoidentificación y definición de roles”, sostienen Bowman y Hooper. “Los estilos personales tienen grandes implicaciones psicológicas tanto para el portador como para la persona que interactúa con él".

En la empresa esto afecta a cuestiones como la productividad, la atracción de talento, la cultura corporativa, el trabajo en equipo o la confianza interna. “El dress code de una organización afecta a la percepción de los empleados sobre la calidad de su rendimiento”, apuntan Black y DiNardo.

A favor del código de vestimenta clásico

Como elemento común que disuelve diferencias formales, el dress code es una de las herramientas intangibles principales de muchas empresas a la hora de definir valores y conformar equipos.

Esas, no obstante, son solo algunas de las virtudes que concentran esta técnica depurada a lo largo de los siglos, y adoptada por le tejido empresarial en los últimos cien años.

  • Colectiviza los valores de la organización: la política es la expresión visual más evidente de la cultura, y así sirve como pilar central tanto para la creación del ambiente laboral deseado, como para reforzar lazos interpersonales entre los miembros del equipo.
  • Refuerza la autoridad de los altos mandos: el dress code es un símbolo de control que permite a los managers disuadir divergencias operativas o éticas a la hora de ejecutar acciones y desarrollar proyectos. Esto, eso sí, no tiene porqué estar ligado a un liderazgo autoritario.
  • Mejora la competitividad: homogeneizar la vestimenta permite a la organización definir una imagen exterior más uniforme, que le abrirá puertas a acuerdos más provechosos en determinados ámbitos, y que le facilitará el posicionamiento mental en los stakeholders.
  • Reduce el mobbing y la discriminación laboral: especialmente por cuestiones culturales y socioeconómicas. Todos son parte de una misma masa uniforme con rasgos idénticos.
  • ¿Incrementa la productividad?: depende. Lo hará si el dress code seleccionado concuerda con las especificaciones del sector y con la naturaleza de la actividad desempeñada. En base a eso los estudios prueban efectos diversos, y siempre positivos si se alinean dichos factores.

¿Y si nos alejamos de lo formal?

La mayoría de las experiencias negativas derivadas de esta práctica se generan por aplicaciones incorrectas en contextos inadecuados. Y es que, el código de vestimenta no es un ente absoluto de sí o no.

Partiendo de que no es sinónimo de traje y corbata, sus efectos dependerán de si es un dress code casual, formal o “laboral casual”. En todos ellos, el éxito está condicionado al equilibrio de la medida y a la adaptación a lo largo del tiempo de esta.

A finales de los 90, muchas empresas descubrieron que flexibilizar el código de vestimenta mejoraba el ambiente y el rendimiento. Thomas Kiddie, de la Universidad de West Virginia señala que durante una década, las empresas vieron aumentar un 40% su productividad.

Tener un código agrega un estrés adicional e innecesario a los trabajadores, algo más de lo que deben preocuparse”, apostilla Uri Martinich, CEO de la agencia de marketing chilena ROI.

También coarta la expresión de su personalidad e individualidad, ya que, —el dress code— probablemente, se inclinará por un estilo más tradicional y normado en la que algunos se sentirán cómodos, pero otros no”.

Claro que, todos esos beneficios tienen su contrapartida. El boom de lo informal a principios de siglo conllevó un relajamiento excesivo de este tipo de políticas. Y con ello salieron perjudicadas imágenes de marca y los negocios B2B.

¿Moral o profesionalidad? Desde entonces los códigos informales se han aplicado buscando un consenso entre la motivación del empleado y las necesidades de credibilidad empresarial en determinados sectores e industrias.

Buscando un término medio: el código de vestimenta perfecto

Tratando de definir una política que beneficiase tanto a los empleados como a las organizaciones, las empresas comenzaron a perfilar códigos híbridos que combinaban lo mejor de lo formal y de lo casual.

Es, como lo define la experta K. McIntyre, el “business casual dress code; una fórmula que persigue la mirada inclusiva y la diversidad de lo casual, sin prescindir de la cohesión y la fortaleza cultural de lo formal.

Esta solución para algunas empresas implica un cambio de orientación completo, y para otras la simple introducción de puntos de fuga a lo largo de la semana. Es decir, de días concretos de más flexibilización.

El dress code, como tantos otros recursos empresariales, condiciona su potencial a la forma en la que se aplique. No es ni garante de éxito ni predicción de fracaso.

Recomendaciones de código de vestimenta

No es lo mismo introducir un código de vestimenta en una empresa de tamaño mediano-grande, que hacerlo en una startup de corte tecnológico y escasa tradición cultural.

Considerando toda la información contenida en estudios, un paper publicado por el Central College recoge una serie de recomendaciones específicas para las organizaciones que estén pensando en aplicar esta herramienta:

  1. Antes de aplicar planifica: toma nota de las preferencias de los empleados para predecir el impacto que tendrá el código en las actitudes y los comportamientos de los empleados.
  2. Poco a poco: el cambio debe ser gradual para evitar posibles efectos negativos sobre la productividad, el rendimiento y los costes operativos.
  3. Precisión y claridad: cuanto más definidas estén las políticas de vestimenta, menos confusión y divergencias se generarán en el equipo a la hora de su adopción.
  4. Sin disuasión no hay dress code: para que el código funcione se tienen que establecer penalizaciones contundentes. La adopción al principio será forzosa, y poco a poco transitará hacia la normalización.
  5. Escucha y sé flexible: el éxito depende de que los afectados por la decisión —los empleados— estén implicados en el desarrollo de las políticas. Deben poder opinar y ofrecer feedback para llegar a acuerdos multilaterales.
  6. Comunícalo debidamente: tanto por correo electrónico como a través de reuniones generales y actualizaciones del manual del empleado (si lo hay).
  7. Predica con el ejemplo: los primeros que han de cumplir el código de vestimenta son los directivos y mánagers. Estos harán de ejemplo a seguir para el resto de la organización.

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Y tú, ¿mantienes un dress code en tu empresa?