Riesgo o seguridad, solvencia o parvedad, dependencia o autonomía; la crisis ha convertido la financiación, no solo en uno de los principales retos de las empresas, sino también en el objetivo principal de la deconstrucción.
Es decir, que las organizaciones combatieron —y siguen haciéndolo— la crisis de liquidez apoyándose en el sistema bancario, pero también en las nuevas posibilidades que brindan las fintech y el ecosistema digital.
De acuerdo con datos de la AFME y PwC, las empresas españolas habrían generado una necesidad de financiación durante el año de la pandemia de 155.000 millones de euros; el 15,5% del monto comunitario que ascendería hasta el billón de euros.
Frente a este panorama, ni los nuevos jugadores ni el sector bancario tradicional han resultado suficientes para responder a la crisis. Ni siquiera los estímulos públicos emitidos desde el ICO han sido suficientes para cubrir un gap que la consultora cifra en unos 500.000 millones.
Por eso los expertos recomiendan trascender el conformismo colectivo habitual entre las pymes, y trazar estrategias que se sustenten sobre la proactividad y la creatividad.
"Una empresa se valora, desde el punto de vista de la liquidez, no solo por el efectivo del que dispone sino, además, por la capacidad de conseguir nuevas líneas de financiación", apunta Gaietà García, profesor en EAE Business School.
Así pues, hoy en MÁSMÓVIL Negocios queremos resolver todas las dudas que hay en torno a los dos instrumentos más importantes para resolver la cuestión de la financiación y ser competitivamente solventes: los créditos y los préstamos.
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¿Qué es un préstamo?
Ha sido uno de los conceptos más mencionados durante la pandemia por su utilidad a la hora de resolver problemas urgentes de liquidez. Ahora bien, ¿qué son exactamente los préstamos? En la jerga diaria se suelen confundir con sus hermanos directos, los créditos.
Para entender la diferencia entre ambos hay que poner la mirada sobre el método de entrega de capital por parte de la entidad bancaria. En el préstamo, esta concede una cantidad fija de dinero al prestatario, e importante, se la entrega en su totalidad.
Las partes firmaran un contrato en el que se reflejará tanto el monto total adeudado, como los plazos que tendrá que cumplir el cliente para devolver el dinero. Junto a este fraccionamiento se acuerdan intereses calculados sobre el total del préstamo.
Los préstamos son por tanto operaciones “con un ciclo de vida determinado y que, al menos en principio, no pueden extenderse más de lo previsto”, señalan desde EAE Bussiness School. “Si llegara a hacerlo, las condiciones del préstamo cambiarían”.
En la práctica los bancos suelen ofrecer plazos de amortización mayores para los préstamos que para los créditos porque las cuantías otorgadas también acostumbran a ser mayores.
“El objetivo de los préstamos suele ser la adquisición de bienes de alto valor, financiación de necesidades de capital a largo plazo o la puesta en marcha de una inversión de cierta envergadura”, indican los expertos de BBVA.
Si se han convertido en protagonistas de la crisis es porque muchas empresas han visto en el contexto un agravio estructural sin visos de resolverse a corto plazo.
La importancia de los avales
En los préstamos es habitual la figura del aval; un tercero que hace las veces de garantista para el banco en caso de que el prestatario no pueda hacer frente a la deuda. Con él, la entidad se asegura el cobro de lo concedido, reduciendo el peligro de la operación.
Estos avales tienden a incluirse en los propios contratos y llevan aparejadas condiciones muy concretas de solvencia. Un banco, por ejemplo, puede rechazarlo si no tiene cierta cantidad de dinero o si su situación laboral es inestable.
Si el prestatario finalmente no puede devolver el dinero, la entidad acudirá directamente al aval para exigirle a este el pago, o bien cargar contra todos sus bienes a fin de resolver el incumplimiento de contrato.
El aval es uno de los pilares que hace funcionar el importante frente hipotecario del sistema bancario: sin ellos no se podrían conceder gran parte de las hipotecas a particulares que se entregan cada año.
En el ámbito público y concretamente los préstamos del ICO, es el Estado el que ejerce como aval de las empresas. Es más, las cifras que se manejan como ayudas hacen referencia normalmente a avales con los que respondería la administración para responder a las deudas de las pymes.
¿Qué son los créditos?
A diferencia de los préstamos, con las líneas de crédito lo que persiguen los bancos es otorgar liquidez contextual sujeta a condiciones flexibles. La entidad no entrega todo el dinero de una sola vez, sino que lo deja en un fondo a disposición del cliente.
Este contará con una tarjeta de crédito, que hará las veces de tarjeta de débito, consumiendo el dinero de la línea concedida. Mientras esto ocurre, la cuantía total del capital estará siempre bajo el control del banco.
En el contrato se fijará una fecha concreta de vencimiento que servirá como referencia para calcular los intereses a aplicar sobre la cantidad de dinero consumida. Al saldo restante no consumido se le aplicará una comisión final.
Las cantidades que se manejan en las líneas de crédito son, obviamente, más pequeñas que las que ocupan los préstamos, y por tanto se conceden a plazos más cortos. Esto provoca que las entidades apliquen tipos de interés más altos para garantizar cierta rentabilidad de los productos.
Se dice que los créditos son operaciones sin un ciclo de vida determinado porque el cliente puede, o bien solicitar más dinero siempre que no exceda el límite marcado en el contrato, o bien porque puede renegociar una nueva fecha de vencimiento con otras condiciones.
Por todo ello, tal y como señala BBVA, “los usuarios de las líneas de crédito normalmente son autónomos y pequeñas y medianas empresas que necesitan tener cubiertas sus necesidades de liquidez en momentos puntuales”.
El papel del ICO en la crisis
Para resolver la histórica crisis provocada por la COVID, la pasada primavera el Gobierno decidió convertir al Instituto de Crédito Oficial en el vehículo principal de la ayuda público-privada para salvar el tejido empresarial.
Desde entonces y hasta el pasado 30 de abril de 2021, se han desplegado avales por valor de 95.570 millones de euros en más de un millón de operaciones, cuyo 98% ha ido a parar a pymes y autónomos.
En un principio se fijaron 100.000 millones como cifra total del paquete de estímulos en el que se incluían tanto inversiones directas como avales, y a estos se añadieron meses más tarde otros 40.000 millones en un nuevo tramo.
En el frente de las ayudas directas se han liberado más de 11.000 millones, de los cuales se han consumido 4.255 millones. En ese sentido, en mayo de 2021 se decidió inyectar otros 15.000 millones, con 10.000 fijados a proyectos de inversión de pequeñas empresas.
¿Qué tiene que ver el ICO con los préstamos y los créditos?
La Línea de Empresas y Emprendedores de la institución se ofrece en cuatro modalidades distintas: línea de crédito, préstamo, renting y leasing. Eso sí, se tramitan a través de la llamada Línea de Mediación en la que también colaboran las entidades privadas.
El ICO se encarga de definir los plazos de amortización (de 1 a 20 años), la carencia (hasta un máximo de 3 años) y el importe máximo por operación: actualmente fijado en los 12,5 millones de euros.
Mientras tanto, las entidades financieras operan como intermediarias y garantistas. Por un lado se ocupan de la tramitación inicial de las peticiones, y por otro gestionan los análisis y estudios de viabilidad para definir el riesgo de cada caso.
Si el proceso tiene un resultado óptimo, la empresa firmará un contrato con el banco o la entidad en cuestión, y esta recurrirá al dinero de las líneas del ICO para financiar la operación.
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