Consiguió cerrar el complicado 2020 con un aumento del 50% en sus ingresos, y ha comenzado el año de la recuperación dando un paso más hacia su ascenso como nuevo unicornio español.
Wallapop es hoy la plataforma de moda para la compraventa de segunda mano, pero no siempre fue así. La startup nacida en 2013 dio sus primeros pasos rodeada de incertidumbre y muchas promesas.
Tras más de un lustro de persuasión y convencimiento manifiesto, ahora se la coloca como una de las principales candidatas a ocupar ese adjetivo superfluo que imanta inversión internacional. ¿Cómo ha llegado hasta ahí?
Hoy en MÁSMÓVIL Negocios navegamos por la trayectoria de Wallapop, la plataforma de compraventa de segunda mano que se enfrenta al pronosticado auge del ecommerce rozando los 700 millones de euros de valoración.
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Un fenómeno que arrampla con todo
La crisis de la COVID-19 ha incidido sobre algunas de las bases más profundas del consumo. Mercados en auge dejaban de serlo, y otros en crecimiento terminaban de consolidarse. Este es el caso de la compraventa de segunda mano.
Vista antaño como una actividad restringida a los clientes con escaso poder adquisitivo y a aquellos más estrictos con el manejo del gasto, esta actividad ahora incide sobre prácticamente todos los estratos.
“Es un mercado claramente en auge que se ha desprendido de prejuicios; vender lo que ya no necesitas y comprar buenos productos más baratos se percibe como algo inteligente independientemente del poder adquisitivo”, apunta la profesora de Escodi Isabel Mariscal.
Así, durante el 2019 la segunda mano llegó a dispararse un 45%, hasta una facturación total de 29 millones de euros. Si hubiera de emprenderse un negocio este año, parece que el mundo de lo usado sería una de las primeras opciones a valorar.
De hecho, Boston Consulting Group estima que este fenómeno crecerá entre un 15% y un 20% hasta 2026, con un fuerte repunte de los negocios de ropa, electrónica y muebles.
Si a este fenómeno sumamos el impulso general del e-commerce, obtenemos un cóctel de expectativas y esperanzas muy atractivo para el mundo emprendedor. Y sin embargo, la competencia es feroz.
Sacar el paraguas antes de la tormenta
A finales de 2013 el mercado de segunda mano en España apenas superaba los 5 millones de facturación. Y es que, aunque la crisis financiera respaldaba a este tipo de negocios, el comercio electrónico todavía no había comenzado su ascenso vertiginoso.
Fue entonces cuando Gerard Olivé, Agustín Gómez y Miguel Vicente decidieron dar un paso arriesgado. En mayo de ese año nacía Fleapster, una app alimentada con la experiencia de BeRepublic y Let’s Bonus, y más importante: con el capital de Antai Venture Builder.
La aceleradora que hoy lideran Vicente y Olivé y que sirve de eje vertebrador para toda la actividad emprendedora del sur de Europa —con más de una veintena de éxitos a sus espaldas—, fue la que puso la gasolina para renovar algo de corte tradicional.
“Wallapop lo fundamos con 100.000 euros”, explica Vicente en una entrevista a Invertia. Pocos meses después decidieron cambiar el nombre al proyecto para darle un toque más comercial. La app adoptaba entonces sus característicos colores y su nombre actual: Wallapop.
La idea pasaba por replicar lo que ya hacía eBay en Estados Unidos pero bajo un enfoque mucho más simple y directo. Aquí webs como Milanuncios o la antigua Segundamano (ahora Vibbo) ya ofrecían un servicio similar, pero junto a una experiencia de usuario mediocre.
Wallapop no venía a revolucionar nada, sino a depurar conceptos y ofrecer valor con algo ya inventado: tomaban el rastrillo y lo trasladaban a Internet pensando en el ecosistema smartphone.
El potencial de ese concepto sería el que explicaría a corto plazo el gran interés de los inversores tanto nacionales como internacionales. Sin competencia directa, el camino de la aplicación parecía evidente.
Dinero llama a dinero
Para octubre de ese mismo año Wallapop ya contaba con más de 1,5 millones de euros de financiación, y no todo provenía de la propia Antai. Otros fondos como Caixa Capital Risc, Esade Ban o Bonsai Venture Capital también habían visto su potencial.
Durante los siguientes meses al FOMO generado en el mundo inversor se unía el éxito de la propia idea del negocio. La app acumulaba un millón de descargas y su otro millón de productos subidos dibujaba un volumen de transacciones diarias valorado en 300.000 euros.
No sorprende que para comienzos de 2014 el interés por Wallapop ya hubiera trascendido a los grandes conglomerados de comunicación. Las teles y las radios querían subirse a ese carro del que hablaban todos los jóvenes.
Ahora bien, a diferencia de otros fenómenos cubiertos de forma puntual, la app de compraventa no interesaba únicamente por su valor informativo. Godó, Zeta y Atresmedia decidieron ir un paso más allá mediante un acuerdo Media for Equity.
Este tipo de inversión ofrecía a la plataforma publicidad a buen precio en los principales medios del país, a cambio de una participación accionarial.
Es decir, que el pago por recibir 1,3 millones de euros y la aparición en televisión pasaba por que Wallapop cediese parte de su control. “Una sola campaña de ese tipo llega al 80% del público”, apuntaba Gómez a Hipertextual en 2016.
El banquete estaba servido: la app sonaba todo el día en todas partes, atrayendo la mirada de millones de potenciales clientes, y claro, de nuevos inversores. Ese ruido terminaría traspasando fronteras y llegando a Accel Partners.
Este fondo internacional con sello en gigantes como Facebook, Etsy, Spotify o Deliveroo, entre muchos otros, marcaría con 3,5 millones la senda de las siguientes rondas de inversión fuera de España.
En 2015 Insight Venture Partners, la partícipe de iconos como Twitter o Tumblr, inyectaría una de las cantidades de dinero más elevadas que se habían visto en el ecosistema emprendedor nacional: 36 millones de euros.
El salto internacional
El plan ya estaba definido desde prácticamente su fundación pero debía esperar al apoyo de una plataforma más sólida. En 2015 la situación por fin era propicia para iniciar el viaje internacional de Wallapop.
Primero sería Francia, después Reino Unido, México y Brasil. Para conquistar Estados Unidos, el verdadero sueño de Gómez, los fundadores sabían que era necesario algo más que un buen servicio.
Allí titanes como ebay o Craiglist monopolizaban el mercado de segunda mano, haciendo difícil la entrada de jugadores extranjeros. Por eso a mediados de 2016 se decide abandonar todo ego para unir fuerzas con otra pujante del reto norteamericano: Letgo.
La startup también condal creada por Alec Oxenford y Jordi Castello llevaba años tratando de penetrar en el mercado estadounidense con un servicio similar pero sin mucho éxito. Sería la Joint Venture la que solucionaría tanto sus problemas como los de la propia Wallapop.
Esta última, aunque en pocas semanas había logrado colocarse en lo más alto de las listas de descargas, no conseguía replicar el fenómeno español. A mediados de 2016 la fusión con su hermana le daría el impulso para poder competir en condiciones.
El fondo tecnológico Naspers inyectaría unos 90 millones de euros en la intentona con grandes resultados
“Esto es una fusión, y nosotros aportaremos el equipo, la tecnología y la marca. Letgo tiene el control de la sociedad y también el control del consejo de administración”, matizaba por entonces Jordi. La JV solo afectaría a la rama americana de Wallapop.
Resistir y prosperar
A pesar de todo, de la parafernalia publicitaria, de la inversión y de las expectativas, Wallapop no tenía todo resuelto. Es más, su mismo modelo de negocio tenía un problema importante: la monetización.
Nacida como una plataforma gratuita de compraventa, sus beneficios radicaban en la escasa comunidad de usuarios que pagaban por el servicio premium de visibilidad, y en pequeños acuerdos comerciales.
Por eso en 2016 se decidió poner en venta por un valor de 1.000 millones de dólares. Afortunadamente no apareció comprador, y durante los siguientes años sus escuetos resultados han lastrado la cotización de la compañía.
Nada de eso ha impedido a sus responsables mantener posiciones e ir mejorando poco a poco los márgenes de beneficios. "Vemos un gran potencial para Wallapop, y estamos invirtiendo en alcanzarlo”, sostiene Rob Cassedy, el CEO de la firma desde 2018.
“Si bien es importante que tengamos un modelo de negocio sostenible, en este momento estamos más centrados en capturar oportunidades que en lograr una rentabilidad a corto plazo”. Y por lo que parece, está funcionando.
Wallapop cerró el 2019 con un 20,7% más de ingresos que el ejercicio anterior, y en 2020, pese a no haber todavía cifras oficiales, se alcanzaron puntos positivos de más del 50% gracias a la pandemia.
“Nuestros inversores ven lo que nosotros vemos, la gran oportunidad en España y la promoción de una nueva forma de consumo basada en la sostenibilidad, y lo apoyan plenamente".
Líneas maestras y futuro estratégico de Wallapop
La app cerró el annus horribilis con 15 millones de usuarios mensuales y más de 80 millones de anuncios listados; unas cifras más que positivas que alimentan las esperanzas de cara al futuro. ¿Fundadas?
La empresa ha iniciado el 2021 cerrando una nueva ronda de financiación —la séptima y más abultada de todas— de nada menos que 157 millones de euros, apoyada por el fondo galo Korelya Capital y la surcoreana Naver.
Esta última inyección ha colocado a Wallapop en el trampolín de los posibles futuros unicornios españoles. Su CEO, eso sí, niega la intención de salir a bolsa o ampliar la internacionalización, y sigue defendiendo la sostenibilidad como modelo de negocio.
¿Hacia dónde se dirige entonces la empresa? Por el momento Cassedy apoya una estrategia basada en las mismas dos letras capitales del último lustro:
- Wallapop PRO: la versión premium de la app se ofrece en tres modelos (Plan Motos, Coches o Todo lo demás) desde un mínimo de 39,99 euros al mes. Permite destacar anuncios, evitar que caduquen los productos, personalizar el perfil y añadir datos empresariales de contacto.
- Wallapop Envíos: “Es un servicio que permite realizar compras de forma segura y garantizada a distancia”, sostiene Cassedy. “Llegamos a un acuerdo con el servicio postal estatal para brindar apoyo logístico en esa línea”.
Este modelo bicéfalo refuerza el deseo dual del CEO para el futuro de Wallapop. Un porvenir que seguirá siendo dependiente de los particulares, pero que poco a poco irá ofreciendo más atractivos a las microempresas. “Se trata de que sean complementarios”.
Cassedy confía en su éxito siempre y cuando la plataforma no se separe de la tendencia que aspira a dominar: la economía circular. El consumo responsable y la sostenibilidad reforzarán la probada tecnología de geolocalización que maneja su plantilla de 200 trabajadores.
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