En pleno debate sobre la jornada laboral de cuatro días, muchas empresas están volviendo a la actividad normal tras las vacaciones. Ese "normal" supone en muchos casos el fin de la jornada intensiva, por lo general implantada durante el verano. Es algo a lo que se acostumbran los clientes y que permite una mejor conciliación para los empleados. Pero ¿sería más conveniente mantenerla que eliminarla?

Por lo general, el horario intensivo en España suele ser de 8 a 15 o de 8:30 a 15:30 horas, normalmente en agosto, pero puede ampliarse desde junio y hasta septiembre. En el resto del año, muchos comercios abren de 8 a 16 horas o de 9 a 17 horas.

En algunas empresas es muy habitual que la jornada intensiva sea algo fijo los viernes, lo que siempre ha llevado a preguntarnos por qué no durante todo el año. Sin embargo, al igual que ha ocurrido con la pandemia y el teletrabajo, el cambio climático ha impulsado a muchas empresas a ampliar la jornada intensiva con el fin de evitar el trabajo en las horas de más calor.

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Mantener o no la jornada intensiva

La realidad es que la jornada intensiva no está registrada dentro del Estatuto de los Trabajadores, ni siquiera dentro del artículo 34 donde se recoge la jornada de trabajo. Lo estipulado en los derechos de los trabajadores son las horas de trabajo y los descansos convenidos, incluyendo las vacaciones. Por tanto, son los convenios colectivos y en última instancia cada empresa quienes regulan estos horarios y decidir si se aplica, y durante cuánto tiempo, la jornada intensiva.

Llegados a este punto, muchas empresas y trabajadores se preguntan sobre la posibilidad de instaurar la jornada intensiva de manera permanente. Es algo que depende de muchos factores, incluyendo la actividad de la empresa o el tipo de cliente y sus necesidades. Como decimos, esta fórmula puede tener ciertas ventajas a corto plazo, pero también puede ser inviable para muchos negocios o puestos de trabajo concretos.

Ventajas e inconvenientes

Si te planteas la jornada intensiva para tu negocio, debes estudiar si es una opción que realmente conviene a tu empresa. Y es que si eres un trabajador autónomo y tu ritmo frenético es durante la mañana, podría ser una opción. No obstante, todo dependerá de nuestras necesidades de producción o servicio. Un negocio que deba atender a los clientes por las tardes tendrá difícil instaurar la jornada intensiva durante todo el año.

Entre sus mayores ventajas y atractivos, el tiempo de conciliación familiar cobra mucho peso a favor de la jornada intensiva. Acabar una jornada a las 15:30 horas es una gran ventaja al poder contar con más tiempo por la tarde. A su vez, la empresa puede ahorrar de manera significativa en costes. Es decir, que el gasto de luz, aire acondicionado, calefacción… se verá reducido. Por otra parte, la plantilla estará más motivada al saber que pueden contar con la segunda mitad del día libre.

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Por otra parte, también hay desventajas en la jornada intensiva permanente, que afecta tanto a los trabajadores como a las empresas. Tener que madrugar más puede ser una complicación para aquellas personas que tengan que llevar a sus hijos al colegio. También puede darse la sensación de un mayor agobio al concentrarse todo el trabajo en ese horario y reducirse las pausas.

Las empresas, por su parte, verán reducida la atención al cliente o proveedores, aunque en este sentido todo depende de una organización que se centre en realizar estas gestiones por la mañana.

¿Cómo decidir el horario de la empresa?

Esta respuesta es decisión de cada negocio. Se deben tomar los pros y las contras de la jornada intensiva permanente y valorar si es algo más atractivo para tu negocio. En general, es algo que la mayor parte de los trabajadores prefieren, pero lo cierto es que puede haber puestos de trabajo a turnos (como los de una fábrica) que deben realizar el mantenimiento de máquinas o estar al tanto de cadenas de montaje, que no ofrecen esta posibilidad. La decisión final es tuya.

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Y tú, ¿te has planteado mantener la jornada intensiva?