A veces lo imposible se hace posible. Cuando el compromiso sobrepasa a los intereses económicos, hasta el proyecto más ambicioso puede convertirse en realidad. Ese es el caso de Filmin.
En un contexto de máxima competencia, donde grandes multinacionales estadounidenses invierten millones de dólares para liderar la industria del streaming, se erige una plataforma de origen español, dedicada a ensalzar un contenido alejado de las grandes tendencias de Hollywood.
Hoy en MÁSMÓVIL Negocios ponemos el foco sobre el origen y la evolución de Filmin, una plataforma que no ha dejado de afianzarse en los últimos años gracias a la fidelidad de sus usuarios.
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Orígenes
La televisión todavía dominaba el consumo diario de contenido multimedia en España, y la piratería estaba a la orden del día, con una red que comenzaba a saborear los últimos compases de los programas P2P.
Filmin nació hace trece años de la mano de Carlos Tous, Jaume Ripoll y José Antonio de Luna, tres locos apasionados por el cine, que llevaban ya varios años observando en primera persona cómo Internet estaba revolucionando el consumo de ocio.
No contaban con grandes recursos, pero sí con mucho conocimiento. Tous, quien cuatro años había fundado la distribuidora de cine independiente Cameo, sabía que era el momento de actuar. Pero solo podía hacerlo con manos de confianza.
Ripoll y de Luna eran por aquel entonces directivos de la distribuidora, y junto a Tous, habían presenciado la llegada de Napster y Youtube a Estados Unidos. Todavía quedaban varios años por delante para la explosión del streaming, pero las pistas estaban ahí.
"Viendo lo que estaba pasando con Napster en el mundo de la música, nos dijimos que no tardaría en pasar con el cine y que debíamos adelantarnos ofreciendo una distribución online", apunta Tous en El País.
Así, con la ayuda de los socios de Cameo, Wanda Films, Tornasol Films, Golem, Alta Films y El Deseo, más el apoyo del ex-presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho, dieron luz a Filmin en 2007.
Un despegue repleto de complicaciones
"No había ancho de banda suficiente para ver películas en alta definición, y la gente no estaba acostumbrada a pagar", explicaba Ripoll a La Vanguardia. "A un contexto empresarial complejo, se les unía una falta de conocimientos en el sector de la distribución digital.
Como cualquier otro proyecto, los inicios estuvieron sujetos por una filosofía de prueba y error, que los llevó a perder dinero en inversiones incorrectas, y a hacer frente a dinámicas de consumo atravesadas en España por la cultura.
"Los proveedores de derechos asociaban Internet con la piratería", añade. "Y luego estaba el problema de conocimiento propio nuestro porque no había un referente de modelo a imitar". Youtube, como máximo exponente del "todo gratis", no era buen ejemplo.
Los anuncios todavía siquiera habían llegado a la famosa plataforma, y nadie estaba dispuesto a pagar por ver películas y series que se podían conseguir buceando un poco por la red.
La confianza y el respaldo frente a la crisis
En 2008 se pinchó la burbuja de las hipotecas basura, y el poder adquisitivo de la población se hundió junto al resto de la economía. Filmin sin embargo logró resistir gracias a los dividendos de su pasión y compromiso.
Los socios se mantuvieron firmes tras el proyecto, y en 2012 la Comunidad Europea insufló capital a través del programa Media; un articulado de ayudas destinado a distribuidoras y empresas del mundo audiovisual.
"Eran tiempos de mucha necesidad de inversión y casi nula facturación. Supimos del programa Media [de ayudas a la industria audiovisual] y nos fuimos a Bruselas con un iPad bajo el brazo", apostilla Tous.
La plataforma por entonces todavía no se parecía a lo que es hoy, pero no dejaba de mostrar signos de resiliencia. Y es que, nadando a contracorriente del mercado, Tous, Ripoll y de Luna seguían defendiendo el valor del cine español y europeo.
El idealismo se paga, claro, y durante una década las cuentas de la empresa tuvieron que soportar pérdidas. "Aunque perdíamos dinero, siempre hemos tenido como mínimo un suscriptor más que el día anterior", expone Ripoll.
"Eso es lo que nos ha dado fuerzas para continuar, ya que significaba que el mercado crecía y que íbamos por buen camino". Tanto es así, que, a fecha de 2020, Filmin es considerada internacionalmente como el gran estandarte de la industria cinematográfica europea.
En 2010 se decidieron a relanzar la web tras varios años de pruebas, y pronto siguieron recabando apoyos de otras empresas y asociaciones. Al proyecto se unirían la compañía de diseño Vostok y las francesas Metropolitan Film Export y LMC.
No todo es cuestión de suerte
Premio Sant Jordi de Cinematografía, Premio Time Out, Premi Ciutat de Barcelona 2012. La lista de galardones cosechados durante su corta vida es extensa, y demuestra el valor del proyecto.
Los fundadores de Filmin no contaban ni con grandes recursos ni con un entorno favorable durante sus primeros pasos. No obstante, supieron jugar las cartas que sí tenían de la mejor forma posible.
Pese a no manejar experiencia en la distribución digital, sí tenían una gran red de contactos dentro de la industria nacional, así como un destacado conocimiento cultural sobre el cine europeo del último siglo.
Se trata de una receta del éxito que cualquier empresa puede seguir si posee el afán adecuado. El año pasado Filmin logró firmar un histórico acuerdo con la francesa Gaumont, y con la americana Metro Goldwyn Mayer, reafirmando así su compromiso por seguir mejorando.
Desde sus inicios se han mantenido con una misma tarifa para los clientes, y el catálogo hace tiempo que rebasó los 15.000 títulos, extiendo sus lazos de España a Portugal y México. Se dibuja así la prueba más clara de un dicho maniqueo: el esfuerzo tiene sus recompensas.
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