La nómina es el justificante que recibe un empleado y que acredita el pago de su sueldo. Este documento cumple una doble función, sirve para que el empresario o gestor de la compañía justifique que ha realizado el pago a su trabajador y por otro lado, el propio empleado puede ver de forma desglosada todos los elementos que forman parte de la cantidad que recibe.
La nómina en contabilidad es importante para los registros financieros de una empresa porque recopila datos como los sueldos de los empleados así como las bonificaciones y deducciones que reciben. Generalmente la nómina la emite una compañía a sus trabajadores, pero también figuran las nóminas del INEM que corresponden a las prestaciones por desempleo que abona en Servicio Público de Empleo Estatal.
¿Qué tipos de nóminas existen?
Según la periodicidad de pago existen diferentes tipos de nóminas. Unas de ellas son las semanales que se abonan en un día concreto de una semana, después están las catorcenales que se entregan cada dos semanas, las quincenales que generalmente se pagan cada dos viernes y las más habituales que son las mensuales que se abonan o el último día del mes o en los cinco primeros días del mes siguiente.
¿Cómo se contabiliza una nómina?
En las nóminas que abonan las empresas a los trabajadores aparecen una serie de elementos que marcan el neto, es decir la cantidad definitiva y libre de impuestos que recibirá el trabajador. El primero de ellos es el sueldo bruto que se corresponde a la cantidad total que forma parte de esa nómina, pero a esta cantidad hay que restarle una serie de cargos que realiza la Seguridad Social.
El primero de ellos es el cargo a la empresa que realiza esta institución, que es efectuada por la empresa y que se corresponde a la cotización que tiene que hacer la propia compañía y el propio trabajador y se define como cuota obrera. La cantidad resultante se resta del salario bruto del empleado.
Los otros elementos son el cargo a la Seguridad social por parte del trabajador, que se denomina cuota obrera y la retención de IRPF que es el impuesto de la renta sobre las personas físicas.
Por su parte, los trabajadores autónomos en lugar de recibir una nómina emiten un recibo o factura en el que aparece el precio de sus servicios, el IVA que es el impuesto sobre el valor añadido, lo abona la empresa y corresponde al 21% del valor de sus servicios y que se suma esa misma cantidad.
También está presente el IRPF que se lo retiene el propio autónomo y que se resta al valor de sus servicios. Los autónomos que llevan dados de alta menos de dos años solo se retienen el 7% de IRPF, mientras que los que llevan más tiempo deben restar el 14%. En estos casos la factura se compone de precio de los servicios, más IVA menos IRFP y esa cantidad total es la que recibe este trabajador.